Ruta Trail. De Ponferrada a Astorga (León). De Mar a Gato
Escrito por Miguel A. Fernández el 05/05/2015 en Rutas y viajes
Unir la capital del Bierzo (Ponferrada), con la capital económica de La Maragatería (Astorga), en una ruta apta para un SUV, tenía tantos atractivos como interrogantes.
Como en tantas ocasiones, no era difícil escoger sitios por los que pasar, pero si lo era decidir por cuales no lo íbamos a hacer. Además, y dado que esta ruta está preparada en los últimos días de diciembre, las probabilidades de encontrarnos una itinerario que en verano u otoño, no debe de ofrecer altas dificultades, en un estado impracticable o como mínimo muy complicado, eran muy altas.
El trazado elegido una vez más, es un simple ejemplo de los muy diferentes que se pueden hacer por la zona; para evitar quedarnos atascados o dañar un coche si las cosas se ponían difíciles, elegimos realizar la ruta con una vieja conocida, la Isuzu D-Max 2.5 Twin Turbo en su última y lujosa versión Solar Special, lo que nos garantizaba unas aptitudes Todo Terreno sobradas para un recorrido que en circunstancias normales, deberá de realizar cualquier moderno SUV.
Decía Julio Caro Baroja, en su libro “Los Pueblos de España, II”, refiriéndose a la provincia de León, -difícilmente se podrá encontrar en toda Europa una región en la que los elementos de la cultura moderna se encuentren en tal armonía con los datos de un pasado remoto-. Y no le faltaba razón.
Aunque existen indicios de poblamiento tanto en el Neolítico (en las orillas del Sil), como en la Edad del Hierro y en la época romana, no es hasta el siglo XI cuando tenemos constancia documental de Ponferrada, cuando el obispo Osmundo de Astorga ordena la construcción de un puente, en el año 1082, para los peregrinos del Camino de Santiago, debido a las dificultades que suponía el paso del río Sil.
Al poco se fundó la Iglesia de San Pedro, en el año 1086 y a su alrededor surgió “La Puebla de San Pedro” que es como se llamó primeramente a Ponferrada, para pasar a denominarse poco después Ponte Ferrato. Pasó por diversas manos, primero fue propiedad de los Templarios, que se encargaban precisamente de la defensa del camino.
En el año 1180 el rey leonés Fernando II concede a la villa los primeros fueros. Al desaparecer la orden de los Templarios en 1312, pasó por las familias de Osorio, o del Conde de Lemos entre otros, hasta que los Reyes Católicos la reclamaron como propia.
En el año 2008 se celebró el centenario de la concesión del título de ciudad a Ponferrada coincidiendo con el centenario de la coronación de la Virgen de la Encina como patrona de la comarca
Nuestra ruta de hoy comienza realizando un recorrido por algunos de esos puntos que, de estar en Ponferrada, hay que conocer, si bien, como el municipio comprende, además de la ciudad de Ponferrada, a otras 33 entidades singulares de población, en esta ocasión nos hemos limitado a algunos de las que se encuentran dentro de la ciudad.
Cuando en 1178 Ponferrada pasa a depender de la Orden del Temple por donación de los reyes leoneses, los templarios se encuentran, situado sobre una colina en la confluencia de los ríos Boeza y Sil, una pequeña fortaleza que fue en su origen castro y posteriormente ciudadela romana.
Ellos la amplían y mejoran como defensa del Camino de Santiago, estando acabada en 1282. Las reformas y añadidos posteriores van desde la primera cerca de la planta cuadrada de principios del siglo XII, hasta las últimas zonas construidas a finales del siglo XV y principios del XVI.
Posteriores incorporaciones, como las caballerizas en 1848, y las numerosas reformas llevadas a cabo desde principios del siglo XX, han contribuido a la complejidad del conjunto, tal y como lo conocemos hoy en día. Fue declarado Monumento Nacional Histórico Artístico en 1924.
La Basílica de la Encina, comenzada a construir en 1573 y proveniente de la antigua iglesia medieval, que en dos ocasiones (1720 y 1731), se intentó convertir en colegiata, aunque por diferentes motivos no lo consiguiera.
La Calle del Reloj, que comunica la plaza de la basílica con la del Ayuntamiento; La Casa Consistorial (1692), de estilo barroco; La Iglesia de San Andrés, cerca del castillo. O sus museos del Bierzo, del Ferrocarril, de la Radio o Nacional de la Energía.
El día plomizo y gris con el que empezamos la jornada se vuelve soleado y luminoso al poco de salir de la ciudad por la LE-142 hacia Molinaseca, donde giraremos a la izquierda por la estrecha CV-157-7 hasta llegar a Onamio, allí cogeremos a la derecha una empinada pista con roderas y tierra suelta que, poco a poco y casi sin darnos cuenta, nos eleva por encima de las nubes que cubren la ciudad de Ponferrada. En parte es una desilusión no poder tonar esa imagen de la ciudad desde la distancia, pero por otro lado, estar en la cima de los montes, viendo las nubes bajo los Montes Aquilanos se convierte en una sensación relajante y placentera.
El camino es fácil aunque muy estrecho en algunas zonas en las que la vegetación hace esfuerzos por fagocitarlo, esta situación nos la encontraremos en varias ocasiones más y es un motivo añadido para realizar esta ruta, mantener viables unas pistas que de lo contrario, tienden a desaparecer.
Vamos recorriendo las zonas más altas y poco después, podemos ver en la distancia Paradasolana, que fotografiamos desde la distancia. Tras recorrer unos cientos de metros por carretera, volvemos a coger pista, que en esta ocasión nos encontramos con zonas de mucha piedra suelta, cuya única precaución consiste en dosificar el acelerador para no lanzar disparadas piedras que podrían dañar los bajos.
Estamos en los Montes de León y hace frío, y además del manto blanco que encontramos a lo largo del camino, las roderas, algunas con bastante profundidad, están congeladas, por lo que al pasar los neumáticos por encima, el hielo se rompe y el coche se hunde, en ocasiones bastante, obligándonos a tener que engranar la tracción 4 de la D-Max, lo que nos sirve de referencia para entender las dificultades que tendría un SUV.
Poco antes de Foncebadón llegaremos de nuevo a la LE-142, que en un primer momento, cogeremos a la derecha para ascender a la Cruz de Ferro, esta se encuentra en lo alto de los montes Aquilanos al paso del Camino de Santiago Francés, divisoria de aguas del Sil y del Órbigo, a un lado El Bierzo, de donde venimos, al otro la Maragatería, donde dirigiremos nuestros pasos.
Situado a 1.504 metros de altitud, se trata posiblemente del monumento más sencillo y sentido de toda la vía, formado por un poste de madera de unos cinco metros de alto coronado por una cruz de hierro, réplica (de 1976) de la original conservada en el Museo de los Caminos de Astorga. El monumento pudo haber sido colocado en el lugar por el eremita de origen francés Gaucelmo, contemporáneo de personalidades tan relacionadas con la vía como Santo Domingo de la Calzada, San Juan de Ortega o San Lesmes de Burgos. Gaucelmo dedicó su vida a ayudar a los peregrinos a franquear el difícil paso por el alto de Foncebadón y posiblemente levantó esta cruz para señalar el camino cuando las nieves del invierno lo ocultan a la vista de los caminantes. La cruz se alza en un lugar donde los romanos habían ubicado un altar al dios Mercurio, protector de los caminos. El enclave es conocido por la antigua costumbre de los segadores gallegos, de los arrieros castellanos y de todos los romeros de lanzar una piedra (traída, en ocasiones, de su lugar de origen) a su base para lograr protección durante el difícil itinerario. Así, la cruz se halla sostenida por decenas de piedras acumuladas durante siglos. Muchos peregrinos actuales tampoco se privan de secundar la costumbre.
Nosotros daremos media vuelta y descenderemos a Fontebadón, pueblo que comenzó a ser abandonado a finales de los años 60 y principio de los 70. Pasados unos pocos años, toda la demografía del pueblo se redujo drásticamente de un centenar de habitantes a dos personas.
Debido al abandono masivo que sufrió el pueblo, este, como otras muchas localidades de la región, fue víctima de saqueos que en la mayoría de casos dañaban seriamente las casas que a los muy pocos años, acabarían derrumbándose sobre sí mismas, tal y como pasó con la hoy reformada parroquia o el colegio.
El resurgir de la peregrinación a Santiago en la última década del siglo XX trajo nueva vida al pueblo, y en la actualidad posee dos restaurantes, un hostal, dos albergues de peregrinos, un bar-tienda de ultramarinos y una pensión.
Al poco de salir de Fontebadón, volvemos a coger pista a la izquierda, esta transcurre entre frondosos bosques de hoja caduca que siembran nuestro camino de un manto de vegetación, ofreciéndonos unas vistas totalmente diferentes de las que nos habíamos encontrado hasta ese momento.
Ya hemos entrado en la comarca de la maragatería, llamada desde siempre por el nombre de La Somoza, que durante el siglo XVI experimentó un tremendo auge económico, cuando muchos de sus habitantes se dedicaron a la profesión de arriero. A este respecto, el catedrático de la Universidad de León, Laureano Rubio, sostiene que en realidad el nombre maragato procede de aquellos tiempos, cuando los somozanos se hicieron célebres como comerciantes de pescado. El hecho de transportar productos pesqueros salados desde Galicia (el Mar) a Madrid (los Gatos) ofrece la explicación más plausible. Así, el nombre significaría del mar a los gatos, que reducido queda como maragato.
A lo largo del tiempo cambiaron sus rutas según el comercio, pero prácticamente viajaban entre el norte de España, Galicia, Asturias y Cantabria y las ciudades de Castilla la Vieja. Cuando Madrid pasó a ser capital de España con Felipe II incorporaron esta a su tráfico. Para ello utilizarían las antiguas vías romanas, sobre todo la que lleva de Astorga a Braga (Lugo) y desde aquí por la Vía de la Plata continuar hacia Madrid.
Esta pista nos llevará hasta Rabanal del Camino, precioso pueblo fundamentalmente por lo bien conservada arquitectura maragata, destacando las portadas de las típicas casas maragatas y las tres iglesias existentes.
Sus principales reclamos turísticos son su arquitectura típica, su ubicación en el Camino de Santiago y su gastronomía (con el cocido maragato como estandarte).
A este respecto (el cocido maragato), es otro destacado aliciente de la ruta que hoy estamos realizando, como destacado es entre la variada gastronomía de la zona. Se trata de un cocido que tradicionalmente alimentaba a los trabajadores del campo en una sola comida para un duro día de trabajo. El Cocido Maragato consta básicamente de los elementos del campo, sopa, berza, garbanzos y siete carnes. Una de las características más resaltadas de este cocido es que, los tres vuelcos, se sirven “al revés”, siendo primero las carnes del cocido, luego las verduras, para acabar con la sopa.
Del origen de esta costumbre se conocen muchas historias, como la que narra la invasión de España por las tropas de Napoleón en el siglo XIX, cuando estuvieron acantonadas en distintos enclaves, algunos de ellos en tierras maragatas. Cuenta la historia que los laboriosos maragatos salían cada día a los campos para dedicarse a sus actividades de pastoreo, laboreo de las tierras, siembra, recolección, etc. Llegada la hora del mediodía, la mujer de la casa hacía sonar el triángulo con el que llamaba a los hombres a la mesa. Invariablemente, cada día se les servía el cocido. Las huestes napoleónicas escuchaban el tintineo del triángulo y se aprestaban a tomar la casa por asalto, pero provistos de alguna brizna de humanidad, dejaban que los moradores comiesen el primero y el segundo plato, es decir, el caldito de fideos y las verduras y garbanzos y cuando calculaban que se estaba preparando el tercer vuelco, penetraban a saco en la casa y se comían las exquisitas carnes.
Los Maragatos, sumisos pero no tontos, decidieron empezar la comida al revés, es decir, la carne y las verduras y cuando entraban los soldados solamente les quedaba el caldo.
Cuentan sin embargo, las personas mayores de los pueblos maragatos arrieros, que lo vieron comer en ese orden a sus padres y a sus abuelos cuando regresaban de los largos viajes, introduciendo así en sus familias la costumbre de comer el cocido al revés, que cuando los maragatos, recorrían las tierras de España como arrieros, llevaban entre los utensilios necesarios para sus largos desplazamientos, una fiambrera circular de madera con su tapa también de madera, donde guardaban en ella porciones de carne de cerdo cocida, que se conservaba fresca cierto tiempo. Al llegar a las posadas o mesones comían primero lo que ellos llevaban en las fiambreras de madera, por supuesto alimentos fríos, y para terminar y “entonar” sus estómagos pedían al mesonero o al posadero una sopa o caldo caliente.”
Sea cual sea su origen, la potencia y enjundia de tan destacado plato, bien merece por si solo una visita a la comarca de la maragatería, y para dar razón a lo que digo, aporto las bases de su preparación: Se hace el cocido de una forma completamente artesanal y se emplean siete carnes, embutidos, garbanzos y verduras. Se inicia la cocción de las carnes que son: morcillo de novilla (parece que los masculinos no hacen buen caldo), gallina, morros de cerdo, pata de cerdo, lacón, oreja y tocino. Se cuecen a fuego lento de carbón en inmensa olla.
Cuando las carnes han dado su jugo, se agregan los garbanzos, de la Armuña, o de La Bañeza, por supuesto y luego las morcillas, los chorizos y otros embutidos, así como el relleno, de huevo, migas de pan, ajo y perejil. Por último se agrega el repollo, nuestra querida col, chirivía, nabo, zanahoria, apio y cuanto se nos pueda ocurrir…
Y mientras cuento esto, la pista nos ha llevado hasta Castrillo de los Polvazares, quizás el pueblo mejor conservado de la Maragatería, sobre todo en lo que se refiere a la arquitectura de muchas de sus casas, las cuales tuvieron el origen, en numeroso casos, en las grandes fortunas obtenidas por los viejos comerciantes.
Para encontrar su origen tenemos que remontarnos a finales del siglo XVI, aunque no es hasta el siglo XVIII cuando alcanza su esplendor. Es en esa centuria cuando se empedró la calle Real, para así facilitar el trasiego de los arrieros.
Forma parte de la Ruta de la Plata del Camino de Santiago, así que puede que te encuentres con algún que otro peregrino mientras disfrutas de su conjunto histórico y artístico.
Hoy en día es el pueblo con mayor afluencia de turistas de la comarca, los cuales vienen ante el reclamo de su arquitectura y gastronomía, simbolizada esta en el que dicen, el mejor cocido maragato de toda la comarca.
El Consejo de Ministros, en julio de 1980, declaró a Castrillo de los Polvazares como Conjunto Histórico Artístico de alto valor monumental.
Nuestro final de ruta es como mínimo tan monumental como el principio, y la llegada a Astorga nos regalará con innumerables posibilidades turísticas, que bien merecen hacer noche en la ciudad para intentar descubrir alguno de sus muchos encantos.
Nacida como campamento militar romano de la Legio X Gemina a finales del siglo I a. C., poco después se convirtió en un asentamiento civil y fue capital del Conventus Asturum. Se desarrolló como importante nudo de comunicaciones del noroeste peninsular y gozó de cierta prosperidad en los dos primeros siglos de nuestra era gracias a la minería del oro, siendo definida por Plinio el Viejo como «vrbs magnifica».
En los años centrales del siglo III debió de establecerse como sede episcopal, con Basílides como su primer obispo. Fue parte del reino de los suevos tras las invasiones bárbaras y en 714 fue tomada por las tropas musulmanas de Táriq, aunque sería reconquistada por la monarquía asturiana a mediados del mismo siglo. A finales del siglo X volvió a sufrir, en dos ocasiones, el acoso musulmán de la mano de Almanzor.
Desde el siglo XI, y gracias al impulso dado por el Camino de Santiago, la ciudad experimentó un progresivo desarrollo en el cual la Iglesia tuvo un papel protagonista. En 1465 Enrique IV de Castilla concedió a Álvaro Pérez Osorio, conde de Trastámara, señor de Villalobos y de Castroverde, el título de marqués de Astorga, por lo que la ciudad pasó del estado libre a una condición feudataria.
A principios del siglo XIX la ciudad sufrió las consecuencias de la ocupación francesa y fue una de las primeras ciudades que se levantaron contra los franceses, con el amotinamiento de campesinos y jornaleros el 2 de mayo de 1808. El ejército francés entró en la ciudad el 31 de diciembre del mismo año y durante los años siguientes la plaza cambió de manos en varias ocasiones hasta que finalmente los franceses capitularon el 17 de agosto de 1812.
En la arquitectura de Astorga ha quedado plasmada la huella de los moradores que han habitado la ciudad y sus alrededores a lo largo de los siglos, con una riqueza monumental muy importante tanto en edificios religiosos como civiles, con ejemplos romanos, románicos, góticos, renacentistas, barrocos y modernistas. El municipio cuenta con siete declaraciones de Bien de Interés Cultural: en la categoría de Conjuntos Históricos están el de la propia Astorga y el de Castrillo de los Polvazares, y en la categoría de Monumentos se encuentran el Entorno del Palacio Episcopal, la Catedral de Santa María (Monumento Nacional desde 1931), la Ergástula Romana, el Palacio Episcopal y el Ayuntamiento.
Los Montes Aquilanos, los Montes de León, el Bierzo, la Maragatería, solitarias pistas, tupidos bosques, el Camino de Santiago, monumentales ciudades o gastronomía excepcional, son los principales, que no los únicos, atractivos que hemos podido vivir a lo largo de los 82 Km. de ruta que hoy hemos realizado.
Una ruta que se podrá realizar sin mayores problemas por cualquier SUV desde bien entrada la primavera hasta finales del otoño; en invierno puede ser una magnífica ruta para un TT, justo la época del año en la que nos encontramos ahora.