España off road en Isuzu D-Max: Por la provincia de Sevilla. De Lebrija a Villamanrique. Por el Bajo Guadalquivir y la carretera “del plástico”
Escrito por Miguel A. Fernández el 04/08/2017 en Rutas y viajes
Tras comenzar en la provincia de Cádiz el pasado mes esta serie de rutas que nos llevarán por algunos de los rincones más bellos de nuestra geografía, no quisimos dejar, por su cercanía, belleza y valores ecológicos, de realizar una ruta, esta vez en la provincia de Sevilla, recorriendo buena parte del curso bajo del Guadalquivir y los preparques Este y Norte del Parque Nacional de Doñana.
En esta ocasión, nuestra fiel compañera, la nueva Isuzu D-Max no se vería obligada a demostrarnos lo bien que tracciona, algo que demostró con creces en la ruta anterior, sino que por la facilidad de la ruta de hoy, con una buena parte de pistas anchas y más cómodas, lo que nos demostró es el buen comportamiento de su eje trasero, que a pesar de estar preparado para cargar con más de 1Tn. de carga no se mostró en absoluto “rebotón”, comportamiento típico de las pick up, a pesar de ir la caja sin nada de carga.
Una vez más, la elección de unas presiones adecuadas, serán claves para conseguir este resultado y aprovecho la ocasión para hacer una reflexión en lo relativo a este tema. Mirando las presiones recomendadas por el fabricante, veo que para el eje delantero se recomiendan 2-2,2 Kg.cm2 dependiendo de las circunstancias y el tipo de neumático; mientras, para el eje trasero, la recomendación es de ¡2,8 Kg. cm.2 en cualquier circunstancia!.
Esta salvajada, común en la mayoría de fabricantes, es debida a la certeza que tienen estos de que el usuario, no mira las presiones casi nunca, por lo que para curarse en salud y evitar males mayores, recomiendan la presión que habría de llevar el coche con la mayor carga admisible y posible, basándose en que un neumático duro es incomodo, pero un neumático blando, es peligroso.
Evidentemente, el mismo vehículo, con el mismo neumático, no puede llevar las mismas presiones si lleva o no, 1000 kg. de carga en su caja y como nosotros no los llevábamos, decidimos “buscar” las presiones que mejor le iban a la D-Max para circular por campo, y partiendo de los 2-2.2 kg. cm2 recomendados para el eje delantero, que con la caja de carga vacía tiene que soportar más peso que el trasero, dimos con la presión “perfecta” para circular por todo tipo de pistas obteniendo el mejor compromiso entre comodidad, agarre en curva y tracción: 1,9-2,0 Kg. en el eje delantero; 1,8 Kg. en el trasero. Suficientemente blando como para que el neumático cumpla su labor de amortiguación en zona de baches; suficientemente duro como para circular por carretera con tranquilidad y seguridad por cortos recorridos.
Comenzamos nuestra ruta en la ciudad de Lebrija, patria de Antonio de Nebrija, autor de la primera gramática española.
Enclavada en la comarca de las Marismas del Guadalquivir, Lebrija es sede actual de la Mancomunidad de Municipios del Bajo Guadalquivir, y su situación geográfica le da una posición estratégica preferente al estar en el centro de las provincias de Sevilla, Cádiz y Huelva.
Cuenta una leyenda que el origen de Lebrija es mitológico: el dios Baco la fundó cerca de la ribera del océano Atlántico.
Lo que sí es cierto, es que su importancia en época de fenicios y romanos se demuestra por el hecho de que acuñó moneda propia, llegando a la categoría de municipio de derecho latino bajo dominación romana.
Al producirse la invasión de la Península por los árabes en el 711 d. C., Lebrija pasó a su poder después de la Batalla del Guadalete y recibió el nombre de “Lebri-sah”. Fue conquistada por Fernando III de Castilla en 1249, en 1264 el rey Alfonso X de Castilla la incorporó a la corona de Castilla y en 1924 se le concedió el título de ciudad.
Son famosas en Lebrija “Las Cruces de Mayo”, declaradas fiestas de interés turístico nacional de Andalucía, por su carácter único y su peculiar puesta en escena de los valores y tradiciones populares más arraigadas. Las vecinas y vecinos de la localidad “visten” la Cruz, alrededor de la cual se baila y se canta durante toda la noche.
La gastronomía ocupa un lugar importante durante las Cruces de Mayo: se consumen las habas corchas (habas hervidas con sal que se comen frías), y los caracoles blanquillos de las marismas, con pocos condimentos, pero que requieren una laboriosa preparación.
Todo ello, acompañado del vino a destacar en Lebrija que es su Flor de Lebrija, un vino generoso de crianza biológica bajo velo en flor (de ahí su nombre), con una graduación de 15º, vino único que solo se elabora en las bodegas de Lebrija acogidas a su Denominación de origen.
La Iglesia de Santa María de la Oliva, templo que fue promovido por Alfonso X el sabio, es la construcción más característica de la ciudad; se inició su construcción en la segunda mitad del siglo XIII y fue ampliada entre finales del XV y el XVI. A los pies de la nave izquierda se levanta la torre, conocida como “La Giraldilla”; inspirada en la Giralda, fue proyecta por Pedro Silva y construida entre 1757 y 1777. La iglesia está catalogada como Monumento Nacional de interés Histórico y Artístico.
Desde las Ruinas del Castillo y la Ermita de Sta. María del Castillo (uno de los principales exponentes de la arquitectura mudéjar en Lebrija), es donde se obtienen las mejores vistas de Lebrija y de alguno de sus principales monumentos, que también incluyen la Iglesia de Santa María de Jesús, la Capilla de la Vera Cruz, el Asilo de San Andrés, la Estatua de Elio Antonio, la Antigua Cilla del Cabildo (Casa de la Cultura), o el Parque Natural de San Benito entre otros.
Si cogemos un mapa de la zona (que es lo que nosotros hicimos), veremos que se puede ir desde Sevilla a Sanlúcar de Barrameda (o viceversa), de una forma diferente, llevando como compañero de viaje a “al-wādi al-kabīr” (el río grande), río que cuando Fernando III llegó a Sevilla en el siglo XIII ya era conocido como Guadalquebir o Guadalquibir, que en la ortografía actual es Guadalquivir.
La mayor parte de sus 657 km de longitud transcurren por un terreno llano llamado Depresión del Guadalquivir. Esta depresión va ensanchándose hasta la desembocadura, con una anchura de 10 km en Úbeda, 60 en Córdoba y 330 en su tramo final, que dan en ocasiones una anchura al cauce, que permiten comprender las palabras del poeta Fernando Villalón, cuando dijo aquello de que: “El mundo se divide en dos: Sevilla y Cádiz”
Este tramo, de Sanlúcar a Sevilla, de 86 Km. lleva “adosado” a su margen la llamada Carretera del Práctico (o por degeneración popular, del “plástico”), utilizada en sus lejanos días, por el práctico del puerto, para llevar los barcos desde Sanlúcar hasta Sevilla.
Salimos de Lebrija y en seguida cogemos la A-8150, conocida como La Vía Verde de Las Palmeras, un camino de más de 9 Km. flanqueado por palmeras, que nos lleva a alcanzar el río Guadalquivir a la altura de la finca de La Señuela, que perteneciera al ya citado Villalón y donde crio sus toros y caballos marismeños.
Giraremos a la derecha, siempre en dirección lo más al norte posible para dirigir nuestros pasos hacia Coria del Río y coger la ya citada carretera del práctico.
Un recorrido donde vemos un rio vivo, lleno de animales, de aves, playas, embarcaciones, utilizado desde que en 1817, fue construido en Triana el primer barco de vapor construido en España, el Real Fernando, para unir Sevilla con Sanlúcar, lo que redujo la navegación entre ambas localidades de entre ocho y nueve días debido a la dificultad de la navegación a vela del Guadalquivir, a sólo nueve horas.
Hoy en día, esta abandonada carretera es una mezcla de carretera, a veces, camino fácil, otras, y una amalgama de roderas de camiones, charcos o asfalto destrozado otras, que eso sí, nos llevará a conocer una zona del Guadalquivir muy poco conocida por los que no son de estos lares.
Sin mucho esfuerzo pero con gran placer, proporcionado por el interesante recorrido, llegamos a Coria del Río, o casi, ya que primero habremos de cruzar el Guadalquivir en La Barca de Coria, que cruza el Guadalquivir para unir Coria con Dos Hermanas. La barca juega un papel importante en la procesión de la Virgen del Carmen del 16 de julio y en la peregrinación anual a El Rocío, ya que una veintena de hermandades rocieras cruzan el río en ella con sus carretas.
El núcleo urbano de Coria se asienta junto al cauce del río Guadalquivir, a tan solo 5 metros de altitud, aunque cuenta con la pequeña elevación del Cerro de San Juan.
Tras la invasión musulmana de Hispania en el 711 la anterior “Caura”, pasó a llamarse Qawra. En el 844 el pueblo fue invadido por los vikingos, que instalaron su campamento algo más al norte, en Tablada, hasta que fueron derrotados.
Tras la Reconquista cristiana del valle del Guadalquivir en el siglo XIII, el rey Alfonso X el Sabio decidió repoblar con ciento cincuenta familias de catalanes todo el terreno que constituye el término de la villa, por juro de heredad, (perpetuamente, de padres a hijos,).
En el siglo XVII recaló en la localidad la expedición a Europa del diplomático y samurái japonés Hasekura Tsunenaga. Hasekura y otros miembros de la expedición siguieron su viaje hacia Madrid y Roma aunque algunos se quedaron en el pueblo esperando a que regresasen.
El regreso se produjo siete años después y muchos decidieron quedarse en Coria, donde dejaron descendencia. Por ello, algunos corianos tienen el apellido Japón. En 1992 una delegación japonesa regaló a Coria del Río una estatua de Hasekura. El 14 de junio de 2013, Hiro-no-miya Naruhito Shinno, príncipe heredero del Japón, visitó la localidad con motivo del 400 aniversario de las relaciones entre España y Japón y plantó un árbol junto al monumento a Hasekura.
Entre sus edificaciones de interés histórico artístico destacan la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Estrella, del siglo XVII, que en su origen fue de estilo mudéjar; la Ermita de San Juan Bautista (siglo XV), también conocida como Ermita del Cerro o Ermita de la Vera Cruz; la Torre del Reloj, la Casa museo de Blas Infante o el Museo de la Autonomía de Andalucía entre otros.
De sus celebraciones cabe destacar la Feria de Coria, que comenzó hacia el año 1838, durante la infancia de la reina Isabel II. Se celebra en la segunda quincena de septiembre, y es tres años más antigua que la Feria de Sevilla. En 2012, a causa de la crisis económica, se decidió no organizar la feria por primera vez en 175 años, aunque en 2013 se volvió a recuperar.
Otra fiesta destacable es la del Albur. El Albur es un pez de características muy parecidas a la lisa de estero que se da en la zona de la Bahía de Cádiz y se alimenta, fundamentalmente, de pequeños crustáceos. Su carne llama la atención por su jugosidad.
Esta fiesta se celebra desde 1993 y durante la cual se llegan a repartir unos 1.000 Kg de albures fritos. En la Venta Bar Manolo, un amplio local situado a la entrada de Trebujena el plato es un clásico desde 1999, lo tiene en carta preparado “a la espalda”. Para ello tienen el pescado preparado en filetes, ya limpios de espinas y lo preparan a la plancha con su piel, poniéndole por encima una láminas de ajo…
Prácticamente unida a Coria se encuentra La Puebla del río, ubicada dentro del entorno del Parque Nacional de Doñana, esta localidad sobresale por su riqueza medioambiental. Gran parte de su término municipal lo ocupan diversos espacios protegidos de interés científico y turístico. En su término municipal se encuentra localizado el Paraje natural del Brazo del Este del Río Guadalquivir (Veta la Palma, Dehesa de Abajo. Isleta Olivillos).
Se trata de uno de los antiguos brazos del río, que se bifurcaba al formar la marisma. Esta zona húmeda está configurada por sedimentos cuaternarios a los que se superponen depósitos aluviales de gravas, arenas, limos y arcillas, con un cinturón de vegetación natural.
A nivel monumental, La Puebla del Río presenta entre otros lugares de interés la Iglesia de Nuestra Señora de la Granada o la Ermita de San Sebastián, además del monumento a Alfonso X El Sabio, ubicado en la plaza de acceso a la localidad.
Tras La Puebla, volveremos a acceder a las pistas que habíamos abandonado al llegar a La Barca de Coria, camino de nuestro destino de hoy, Villamanrique de la Condesa.
Nos estamos introduciendo en La Cañada Real de Los Isleños, donde una abrumadora vegetación de flora autóctona nos rodea y nos aísla. Los pinares se encuentran flanqueados por lavanda, tomillo, romero e incluso la única palmera autóctona de Europa occidental: el palmito.
En ellos podemos apreciar el vuelo de milanos y abejarucos y hasta el mismísimo lince ibérico, el felino más amenazado del planeta, frecuenta estos lares en busca de conejos.
Estos Pinares de Aznalcázar y Puebla del Río, constituyen uno de los espacios forestales de mayor importancia ecológica de la provincia de Sevilla, y de hecho son la primera Vía Paisajística declarada en Andalucía.
La pista fácil, pero realmente bonita, nos ofrece alguna que otra subida en la que “jugar” con las reductoras de la D-Max, momentos para descubrir que la primera reductora solo será necesaria para subir escalones o atacar pasos especialmente despacio, para todo lo demás, en segunda reductora sobra par y potencia para subir paredes.
Disfrutando de la inmensidad del solitario paraje, llegamos al Vado de Quema.
Aznalcázar levanta en 1991 en el Vado del Quema un templete dedicado a la Virgen del Rocío para dar la bienvenida a todos los romeros. El autor de la imagen de la Virgen es Ignacio Mora Colchero, autor también de las imágenes del Simpecado y de la Virgen titular de la Hermandad del Rocío de la localidad.
Como dato curioso, reseñar que debajo del templete están enterradas las cabezas de los bueyes que llevaron por primera vez la Carreta del Simpecado de Aznalcázar en su caminar hacia el Rocío. Estos bueyes se llamaban Caminante y Piñonero. Dos placas, una en latín y otra en castellano, colocadas en la parte baja del monumento, hacen referencia a este hecho.
El acto, declarado Fiesta de Interés Turístico de Andalucía, consiste en el cruce del río Guadiamar por un vado, la celebración del paso de la carreta del Simpecado y el bautizo como “romero” de los que por primera vez hacen el camino, son algunos de los momentos más emblemáticos de un evento que se celebra anualmente durante la Romería del Rocío.
Finalmente, llegaremos a Villamanrique de la Condesa, conocido como Mawra en época musulmana. En 1570 Felipe II creó un marquesado en esta localidad para Manrique de Zúñiga, pasando la localidad a llamarse Villamanrique de Zúñiga.
En 1916 el pueblo cambió su nombre al actual, Villamanrique de la Condesa, en honor de María Isabel de Orleans y Borbón, infanta de España y condesa consorte de París.
Villamanrique de la Condesa alberga la más antigua Hermandad Rociera, y destacan en su casco la Parroquia de Santa María Magdalena, construida en el siglo XIX sobre otra anterior o El Palacio de Orleans.
Su proximidad a Doñana ha marcado su gastronomía, y prueba de ello son los platos cuya base es la caza menor como conejos, liebres, perdices, etc., y como incompleto ejemplo de sus platos, deberíamos de probar, según nuestras preferencias sus barbos o albures en adobo, la caldereta de venado o de cordero, los caracoles y cabrillas a la manriqueña, la carne sancochá (sancochada), el cazón con papas, el cocido con pringá, el conejo con tomate…
Y resulta que era hora de comer… Javier (Adventure Factory), y yo, nos miramos, y no necesitamos decirnos nada para saber que nos había salido una ruta perfecta. Habíamos disfrutado del paisaje, con el Guadalquivir como eje central; habíamos disfrutado de sencillas pero agradables pistas, muy diferentes a las de nuestra ruta por Cádiz; y de nuevo, habíamos disfrutado del comportamiento de la D-Max, con la que vamos a seguir descubriendo España.
No, no hacía falta nada más, salvo dar cumplido premio a nuestros vacíos estómagos, y eso, os aseguro, tampoco fue un problema.
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