Ruta Trail. De Cazorla a Linares. Por el curso alto del Guadalquivir
Escrito por Miguel A. Fernández el 15/02/2020 en Rutas y viajes
El Guadalquivir, al igual que otros ríos españoles, lleva junto a sus aguas buena parte de la historia más importante de este país y en sus riberas, tomaron asiento distintas culturas que determinaron el curso histórico de la península.
Desde la antigüedad se ha situado su nacimiento en la Sierra de Cazorla y una tradición medieval dice que nace en la Cañada de las Fuentes (Jaén), aunque el manantial más alejado que vierte aguas al río bético (su primer nombre, de incierto origen pre-románico), se sitúa en las cercanías de la aldea almeriense de Topares, donde nace el arroyo de la Cañada del Salar.
Plinio, por su parte, situó el origen del Guadalquivir en el bosque Tugiensis, junto a la colina de Tugia (actual Toya, en el municipio de Peal de Becerro). En cualquier caso, recorre la comunidad autónoma de Andalucía de este a oeste y es el único río de España con tráfico fluvial significativo, pues aunque en la actualidad sólo es navegable hasta Sevilla, en tiempos de los romanos era navegable hasta Córdoba.
Su nombre deriva del árabe wadi al-Kabir (río grande), y su cuenca, ya desde sus orígenes, nos ofrece lugares tan destacados como la Sierra de Cazorla, embalses con curiosas historias y ciudades como Ubeda, Baeza o Linares, muchas de ellas por donde transcurre nuestra ruta SUV de hoy.
Cazorla, donde comenzaremos nuestro track, es el municipio más grande y cabecera de la Comarca Sierra de Cazorla. Se encuentra en las faldas de la Sierra de Cazorla, en el valle del río Cerezuelo, afluente del Guadalquivir.
Para situarnos, hay que tener en cuenta que el Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas se trata del mayor espacio protegido de España y el segundo de Europa. Está declarado como Reserva de la Biosfera por la UNESCO desde 1983, como Parque Natural desde 1986 así como también Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) desde 1987.
A diferencia de otras ocasiones, en esta, empezamos la ruta más tarde de lo habitual, por lo que comenzamos por aquello con lo que las solemos terminar: el condumio, y estando callejeando por las calles de Cazorla, nos vimos “obligados” a probar unas gachasmigas que estaban terminando de preparar en un bar. Uno de esos momentos en que sabes que estás en el momento justo en el lugar oportuno.
Tal y como dice Manuel Antonio Almodóvar en su libro “El hambre en España”: “El hambre está en la base de la gastronomía española desde Atapuerca a la segunda mitad del siglo XX”, y la gachamiga, plato pobre pero imaginativo, es un plato energético para engañar al estómago, en las largas jornadas de trabajo forestal y en los descansos con el ganado.
La gachamiga, como otros platos, se consumía, comiendo paso adelante, paso atrás y por turno, alrededor de la sartén y consiste en una masa de harina y agua con patatas en rodajas, fritas en aceite de oliva. Es un plato contundente que se realiza con pocos recursos, pero si el plato es contundente, no es menos su acompañamiento típico: chorizos, panceta asada, tajadas, pimientos fritos… y ahora sí, ya estamos listos para la jornada de conducción.
Durante la guerra de independencia, los vecinos de esta Comarca se distinguieron por su patriotismo, luchando heroicamente contra el invasor.
Como premio a tan altos servicios, las Cortes Generales de Cádiz, concedieron, el día 1 de abril de 1813 a la Villa de Cazorla, el título de Ciudad, con la distinción de “Muy Noble y Muy Leal”. Más tarde Alfonso XII recompensó la fidelidad de Cazorla a la Corona, cuando las guerras carlistas, otorgando a su Ayuntamiento la categoría de Excelentísimo.
Cazorla cuenta con un importante patrimonio que invita a visitar recorriendo sus estrechas y empinadas calles. Desde El Balcón de las Herrerías, podemos contemplar el casco antiguo de la ciudad, los castillos de La Yedra y de Las Cinco Esquinas o la Iglesia de Santa María.
La Casa de las Cadenas, el Ayuntamiento y Palacio de la Merced, las Antiguas Casas Consistoriales… además de diversas ermitas, conventos y edificios destacados que nos alegrarán la vista recorriendo sus calles.
Por carretera nos desplazaremos hasta Peal de Becerro, en cuya pedanía de Toya se han hallado restos paleolíticos, así como en la confluencia del Guadiana Menor y el Guadalquivir. También en Toya se halló una cámara funeraria íbera declarada Monumento Histórico Nacional en 1918.
Por otro lado, el pueblo también posee dos torres (la Mocha y la del Reloj), restos de un antiguo castillo medieval como monumento principal, situadas ambas al lado de la iglesia del pueblo y una ermita, en honor a su patrona, Nuestra Señora de la Encarnación.
Salimos por pista para dirigir nuestros pasos hacia Hornos de Peal, a 7 Km. de Peal de Becerro. Su nombre proviene de los hornos de yeso que había en la entrada al pueblo, actualmente se pueden ver algunos vestigios, ya que se utilizaron hasta los años 60. Posee un Hipogeo del siglo VI a.C, un acueducto de traza romana y una iglesia, junto a la que nos fotografiamos.
Nuestro camino nos lleva ahora hasta la Presa de Doña Aldonza, una estupenda “escuela” donde aprender algo poco conocido por la mayoría de la población, el hecho de que algunos embalses de España están llenos, pero no de agua.
Los embalses de Puente de la Cerrada, Doña Aldonza y Pedro Marín se construyeron en la década de los cincuenta del pasado siglo con el doble objetivo de su explotación hidroeléctrica y el abastecimiento de la demanda de agua para cultivo de regadío.
Desde entonces han experimentado un proceso de aterramiento hasta encontrarse hoy en día colmatados prácticamente en su totalidad; especialmente destacable es el caso de Doña Aldonza, con una merma de casi el 99% de su capacidad original de almacenamiento de agua (22,439 Hm3 en 1955).
El aterramiento de embalses es un proceso producido por la sedimentación continuada de las partículas que transporta una masa de agua al entrar en contacto con la masa de agua embalsada. La velocidad de la masa de agua entrante al embalse se reduce drásticamente perdiendo la capacidad para transportar sedimentos, depositando inmediatamente los sedimentos más gruesos y distribuyendo los sedimentos de tamaño intermedio por el vaso del embalse en función de las corrientes del mismo.
Según Ecologistas en Acción, “la erosión del terreno en los olivares se ve acrecentada por el tipo de explotación intensiva, con una pérdida importante de suelo que, al final, acaba aguas abajo retenido en un pantano, junto con los fertilizantes y productos químicos utilizados”.
La Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, en su propuesta de plan hidrológico aporta datos impactantes: más del 56% de los 13.000 kilómetros cuadrados de olivares plantados en la cuenca pueden perder, por erosión, hasta 80 toneladas de suelo por hectárea al año. Eso son millones de kilos de tierra que el agua se lleva por las laderas hasta el río y quedan atrapadas, en gran parte, por las presas.
La falta de datos es uno de los obstáculos para conocer bien la situación que afecta, en mayor o menor medida, a todos los pantanos y que depende del nivel de erosión del suelo y de la antigüedad de la presa, pero resulta preocupante el saber que, según nuestras necesidades de agua aumentan, se va reduciendo la capacidad de nuestras presas de dotarnos del líquido elemento.
Como mal menor, en el caso de estos tres embalses de la cuenca del Guadalquivir, esta colmatación ha llevado a transformarlos en humedales de alto valor ecológico, lo que les ha valido la catalogación conjunta de zona protegida con la figura de “Paraje Natural del Alto Guadalquivir.
Dejamos atrás la presa circulando por una carretera con el asfalto tan roto que nos hace añorar una mala pista. Como anteriormente, los olivos son los protagonistas principales del paisaje y nos llevan hasta el Donadío, poblado creado en la década de los 50 para aprovechar la gran fertilidad de sus tierras por el Instituto Nacional de Colonización, como tantos otros dentro de los planes que se hicieron para la puesta en valor de las tierras del Guadalquivir.
Entre sus calles encontraremos la Plaza e Iglesia de La Asunción, una recoleta plaza con un enchinado geométrico enmarcado por arcos enjalbegados de blanco y portalillos de aire regionalista, inspirándose en una mezcolanza de los pueblos castellanos y andaluces, en donde destaca la centrada fuente castellana de piedra.
El elemento central es la Iglesia de la Asunción, con su torre de 30 metros construida en bóveda hueca delante de la nave, formando un atrio sobre los portalillos.
Nuevas malas carreteras, buenas pistas después y estrechas y poco usadas finalmente, nos acercarán hasta el mismo centro geográfico de la provincia de Jaén: Baeza. En la escalera monumental del edificio plateresco del Ayuntamiento (en su primer escalón), está marcado un círculo que históricamente señala este punto como el centro geográfico del Reino de Jaén.
Sede universitaria desde el siglo XVI, albergando hoy día una de las sedes de la Universidad Internacional de Andalucía, su abundante legado monumental la ha llevado a ser declarada, junto a Úbeda, ciudad Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Punto clave en la conquista de Al-Ándalus por los reyes cristianos, pasó definitivamente al reino de Castilla en 1227. Atalaya sobre el Guadalquivir, la posesión de su alcázar (considerado como inexpugnable), aseguró la retaguardia castellana, a la vez que supuso una amenaza constante para los reinos islámicos situados al oeste y al sur del Guadalquivir.
Baeza se asienta sobre un terreno que ha estado continuamente habitado, al menos desde la Edad del Bronce. Por esta razón, y a pesar de las sucesivas destrucciones sufridas por las construcciones de todos los períodos, la ciudad aún retiene un destacado patrimonio monumental en el que están representadas diversas culturas, períodos y estilos artísticos.
En Baeza pueden contemplarse restos de la Edad del Bronce, de la Época Romana, y de la Hispania visigoda, islámica y cristiana. No obstante, el más rico patrimonio monumental conservado corresponde a los diversos estilos artísticos presentes en la Baeza cristiana: desde el tardo-románico y el gótico, al renacentista, manierista, barroco y neoclásico.
Anchas y polvorientas pistas, de nuevo arropadas por olivos nos terminarán llevando hasta Linares, nuestro destino. Para empezar a hablar de Linares y su historia, es inevitable remitirnos a Cástulo, el que fuera importantísimo enclave ibero y más tarde Romano (Kastilo), considerado como “capital” de la antigua Oretania (región que abarcaba no sólo el actual término municipal de Linares sino gran parte del NE de la provincia y además, zonas de Ciudad Real y Albacete).
Hablamos del s. VI a.C y ya desde entonces, gestionaba la riqueza minera de la zona; posteriormente, dada su importancia, atrae al pueblo cartaginés, que venía de perder la I guerra púnica contra los romanos en Sicilia, poniendo sus miras en Iberia (como llamaron ellos a la península), y en concreto en sus ricos yacimientos mineros.
La primera mención a Linares data de 1155 por parte del rey Alfonso VII el emperador; es reconquistada por Fernando III el Santo el 30 de noviembre de 1227, entregándola a Baeza, de la que dependería hasta su emancipación en el s. XVI por parte de Felipe II.
A mediados del siglo XIX, con la introducción del maquinismo y el capital extranjero, fue cuando Linares dio el salto, cualitativa y cuantitativamente, más grande de su historia. En unas décadas multiplica su población y obtiene el título de ciudad, que le otorga, en 1875, Alfonso XII. El producto de sus entrañas comienza a cotizar en la bolsa de Londres y la ciudad experimenta una impresionante transformación urbana.
A mediados del siglo XX, comienza una paulatina decadencia de la extracción de plomo, si bien Linares fue reinventándose a nivel industrial y comercial. La actividad minera decae, hasta el punto de que cierran todas las minas. Paralelamente se desarrolla una potente industria fabril, de la que Santana Motor es el buque insignia. Los inicios del siglo XXI traen a Linares la diversificación, el declive y el final de Santana.
Linares, aunque no es una ciudad monumental posee un variado conjunto de edificios (iglesias, palacios, casas solariegas, edificios públicos), de diferentes estilos y épocas, que, desde la sencillez del arte románico hasta el preciosismo de los edificios modernistas de los siglos XIX y XX, hablan de la evolución de una ciudad que se ha hecho a sí misma.
Entre ellos destacan la Plaza del Ayuntamiento, llamada “El llano” durante los siglos XVI y XVII; el Antiguo pósito, que ostenta en su fachada, terminada a mediados del siglo XVIII, el escudo de la villa; la Basílica de Santa María, el Torreón del antiguo castillo, el Palacio de los Zambrana, la Basílica de Santa María la Mayor, la Iglesia de San Francisco o el Santuario de la Virgen de Linarejos entre otros.
Como se puede ver por las últimas fotos, terminamos nuestra ruta ya anocheciendo y con las gachamigas del almuerzo en el baúl de los buenos recuerdos. Tocaba pues disfrutar de la gastronomía linarense, que además de en sus tapas, está muy vinculada a la gastronomía de la provincia, al ser comunes la mayoría de los productos utilizados en la elaboración de sus platos que tienen como denominador común el aceite de oliva, que realza el sabor de sus guisos y ensaladas, sin olvidar las aceitunas aliñadas que son frecuentes como aperitivo.
Junto a los platos tradicionales, algunos influidos por la cocina islámica, como las gachas, migas, gazpacho, ajo blanco, andrajos, pipirrana y roscos de anís, aparecen algunos de ascendencia minera como las patatas con bacalao, patatas con pimentón y el remojón a base de ensalada de naranjas, bacalao, aceitunas, cebolleta y aceite de oliva, y otros tal vez procedentes de los pastores trashumantes de las tierras de Soria como el perolo a base de castañas, matalahuva y ciruelas pasas.
En esta ocasión, nos había salido una ruta fácil, apta y especialmente indicada para los SUV más asfalticos y/o los usuarios con menos ganas de complicarse la vida, en la que el Subaru Forester que nos acompañó no pasó ningún apuro.
Una ruta dedicada además y por supuesto, para todo aquel que disfrute de descubrir las bellezas de nuestro país de una forma más relajada, natural y alejada del clásico asfalto, como todas las que hemos publicado.
Etiquetas: gastronomía, Ruta SUV, Ruta Trail, turismo rural