Ruta Trail. De Estepa a Morón de la Frontera. Por la Sierra Sur de Sevilla
Escrito por Miguel A. Fernández el 25/02/2017 en Rutas y viajes
La Sierra Sur de Sevilla es una comarca al sureste de la provincia de Sevilla. Se conforma al sur en torno a la franja sevillana de las Sierras Subbéticas, lindando con las provincias de Cádiz, Córdoba y Málaga, y más al norte en la transición hacia el valle del Guadalquivir en la línea que va de Morón de la Frontera a Estepa, lindando ya con la comarca de La Campiña, a la que oficialmente pertenecen Morón y La Puebla de Cazalla, aunque tradicionalmente se las considere parte de la Sierra Sur.
Esta comarca fue una importante y estable zona fronteriza entre cristianos y musulmanes durante la reconquista, prueba de lo cual existen algunos castillos o el mismo nombre de Morón de la Frontera, que fue capital de un reino de Taifa en el siglo XI.
Precisamente la línea de Morón a Estepa, pero en sentido inverso, será la que ocupe nuestro recorrido de hoy, un recorrido en el que los olivos formarán parte del paisaje y de la gastronomía que, como ya es habitual, acompaña a todas nuestras rutas SUV.
La ruta de hoy está especialmente indicada para ser realizada entre el otoño y la primavera, en esas fechas en que la climatología andaluza es la más benigna de todo la península y los arcillosos caminos que recorreremos se ponen de lo más divertido gracias al agua que estas fechas traen a la zona.
Por motivos gastronómicos, quizás la mejor fecha sea en el mes de diciembre, momento en el que los productos elaborados en Estepa, lugar de comienzo de nuestra ruta, gozan de mayor repercusión y aceptación.
Estepa es conocida por la elaboración de mantecados, polvorones, roscos de vino y alfajores. Se trata de un claro ejemplo de lo que se denomina “industrialización endógena”, la generación de un sector industrial creado y financiado por el territorio en el que se asienta. La importancia de la industria del mantecado estriba en que no se limita a la fabricación de dulces, sino que genera diversas actividades auxiliares que proporcionan también empleo a la población. Desde 2009, la producción de estos dulces navideños se encuentra protegida mediante una indicación geográfica protegida, “Mantecados de Estepa”.
Esta industria tiene su origen en el año 1858, cuando una estepeña, Micaela Ruiz Téllez “La Colchona”, creó un negocio familiar para la fabricación de mantecados con una receta mejorada, que vendía de Estepa a Córdoba, gracias a que su esposo era cosario (transportista de cosas), entre la Estepa y la capital cordobesa.
Debido a su ubicación, Estepa es conocida como el “Balcón de Andalucía”, surgida originalmente en lo alto del cerro de San Cristóbal, desde donde se divisan en días claros Sevilla, Córdoba o Málaga e incluso las cumbres de Sierra Nevada.
Fue declarada en 1965 conjunto histórico-artístico, destacando entre sus edificaciones de interés la Torre del Homenaje y el propio recinto amurallado del Alcázar (siglo XV), la iglesia parroquial de Santa María de la Asunción (siglo XVII), las iglesias de San Sebastián (siglo XVI), del Carmen (siglo XVII) y de Nuestra Señora de los Remedios, el convento de Santa Clara (siglo XVI), el convento de San Francisco (siglos XVII-XVIII), la casa-palacio de los Marqueses de Cerverales (siglo XVIII) y la torre de la Victoria; además de muchos arcos en algunas bocacalles.
En el municipio de Estepa se han encontrado restos arqueológicos prehistóricos y hay constancia de la existencia de una muralla en el cerro de San Cristóbal alrededor del siglo VII a. C.
Los primeros pobladores estables de esta zona de los que se tiene constancia fueron los turdetanos, afincados en el cerro de San Cristóbal. Posteriormente, los cartagineses fundan Astapa en la vega del Genil. Sin embargo, la ciudad, aliada de Cartago durante las guerras púnicas, fue destruida por tropas romanas. Las circunstancias de la destrucción de la ciudad fueron narradas por Tito Livio, en su obra Las Décadas: en ella describe como los habitantes de la ciudad prefirieron suicidarse en vez vivir bajo el dominio romano.
De entre sus calles y después de haber disfrutado de los monumentos y las excepcionales vistas que el Cerro San Cristóbal nos ofrece, saldremos en dirección de nuestra primera pista por la SE-9211en dirección a El Rubio, si bien bastante antes de llegar, cogeremos pista a la izquierda.
Los primero olivos nos acompañarán hasta llegar a bordear el río Blanco, que nos acompañará a nuestra derecha hasta casi entrar a la población de Aguadulce, en la que no entraremos, dejándola a nuestra izquierda, para vadear el río y seguir pisteando, dirección oeste hacia Osuna.
Accederemos a Osuna bordeando la Necrópolis de la Vereda Real de Granada o de Las Cuevas, una necrópolis que si bien es conocida desde hace varios siglos y está catalogada como BIC (Bien de Interés Cultural), se encuentra en un estado de saqueo y destrucción que solo es posible que se dé en nuestro país…
El origen de Osuna se remonta hasta hace unos tres mil años, cuando los turdetanos habitan la ciudad que más adelante se conocería como Urso. En el año 44-43 a. C., cumpliendo una previsión anterior de Julio César, fue refundada por Marco Antonio.
Durante el periodo de dominación musulmana se denominó Oxona, siendo conquistada en 1239 por los ejércitos castellanos de Fernando III de Castilla. En 1264 fue entregada a la Orden de Calatrava, que creó la Encomienda de Osuna.
En el siglo XV, los caballeros de calatrava cedieron la ciudad de Osuna a Pedro Téllez de Girón, cuyos descendientes recibieron el título de Duques de Osuna durante el reinado de Felipe II.
Osuna conoce su momento de mayor esplendor a mediados del siglo XVI con la figura de Juan Téllez Girón, IV conde de Ureña, nacido en Osuna hacia 1494. Se trata de un personaje a caballo entre el Medievo y el Renacimiento. A lo largo de treinta años creó en la ciudad de Osuna el mayor y más deslumbrante conjunto monumental del renacimiento sevillano, con la construcción de trece iglesias y conventos, un hospital, la Universidad, la Colegiata y el Sepulcro ducal, que lo convierten en el mecenas más importante de su época.
Fruto de ello, destacan entre otros monumentos la antigua Universidad de Osuna, edificio de planta rectangular organizado en torno a un patio de planta cuadrada. Su esquema arquitectónico se caracteriza por la sencillez y severidad de sus líneas rectas, al que su singular perfil, flanqueado por cuatro torres en los ángulos, rematadas por chapiteles recubiertos de cerámica vidriada, lo hacen uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad.
La Iglesia colegial de Nuestra Señora de la Asunción fue fundada en el año 1535, al conseguir una bula papal para que la que ya era Parroquia fuera al mismo tiempo Colegiata. El templo se construyó en el lugar que ocupó la Iglesia del Castillo, totalmente destruida por un incendio.
El exterior del templo sorprende por su severidad, La iglesia está construida con el sillar extraído de las canteras de Osuna. En la fachada principal cuatro contrafuertes cuadrangulares se alzan como elementos principales de su bella portada. En el lateral izquierdo, se levanta la torre, obra realizada a partir de 1914,y que aún se encuentra inacabada.
El Palacio del Marqués de la Gomera es un edificio de alrededor de 1770, con una destacable fachada que responde a uno de los momentos de mayor auge constructivo de la ciudad, cuando en la segunda mitad del siglo XVIII el desarrollo económico auspiciado por la política agraria de los Borbones dio como consecuencia el aumento de importantes construcciones de tipo civil promovidas por la nobleza rural.
La antigua Cilla del Cabildo de la Catedral de Sevilla de Osuna, hoy convertida en Casa Parroquial de la ciudad, levantada en el año 1773; el Palacio de Miguel Reina Jurado; el Antiguo Edificio de Correos; el Arco de la Pastora, construido en 1794, durante la época del reinado de Carlos IV…
Hay una gran variedad de cortijos en Osuna desde el típico cortijo caído hasta el típico cortijo señorial y actualmente se tiene constancia de que en Osuna existen o han existido unos 500 cortijos camperos.
Tras salir de Osuna nos encontramos con otro de esos grandes despropósitos que tan solo pueden suceder en nuestro país, el inacabado y abandonado trazado de una vía que habría de llevar el AVE de Granada a Sevilla, una inversión millonaria en la que más de 50 Km. están apisonados, vallados, con acometidas e incluso apeaderos semiterminados, fruto del derroche de una época que nos trajo la crisis que hoy en día seguimos sufriendo.
Tras esto, campos de negras tierras y algún que otro paso complicado nos terminarán transportando hasta La Puebla de Cazalla. Sus habitantes son conocidos como “moriscos”, curioso gentilicio que se debe a que los Duques de Osuna no obedecieron la Orden de los Reyes Católicos de expulsar a sus moriscos. Por ese mismo motivo, abunda en la población el apellido “Moreno” (de “moro”).
Entre sus lugares de interés destaca La Fuenlonguilla y su fuente árabe o la Iglesia de Nuestra Señora de las Virtudes, enclavada en la antigua Plaza Real, la actual Plaza del Cardenal Spínola, comúnmente conocida como la Plaza Vieja. También las Ruinas del Castillo de Luna, que data del 711 coincidiendo con el asentamiento musulmán.
Pistas estrechas entre olivos centenarios nos llevarán hasta Morón de la Frontera, cuyos orígenes se remontan a la prehistoria, con el desarrollo de los primeros asentamientos humanos en torno al monte donde hoy se sitúa un castillo del siglo XIII. Por este motivo y por su accidentada orografía, el casco histórico está compuesto por calles angostas, sinuosas y empinadas, mientras que los nuevos barrios buscan la llanura propia de la campiña hacia el oeste y noroeste de la ciudad.
Parte del patrimonio arquitectónico de Morón de la Frontera está declarado bien de interés cultural, con la categoría de conjunto histórico-artístico. Por ejemplo, cuenta con una gran catedral que cuando fue construida trataba de imitar o copiar a la catedral de Sevilla.
Con la conquista romana de la península Ibérica, los romanos la denominaron Maurorum, que significaría “de los moros”, debido al hecho de que sus pobladores procedían del norte de África. Durante la dominación musulmana de la Península Ibérica la forma latina evolucionaría al término Mawror, y de ahí al actual nombre de la localidad, Morón. La locución “de la Frontera” alude a la frontera granadina, puesto que desde la conquista cristiana de Morón en el año 1240 por Fernando III hasta la caída del reino nazarí de Granada a finales del siglo XV la ciudad fue un emplazamiento fronterizo.
Entre su arquitectura religiosa destaca la Iglesia de San Miguel, declarada Bien de Interés Cultural, construida sobre las ruinas de una mezquita. Se inició en 1506, dividiéndose en cuatro fases que concluyeron en 1730, por lo que incluye diversos estilos artísticos como el gótico tardío, el renacentista o el barroco.
De la arquitectura civil destaca el castillo árabe, entre otras cosas por ser el vestigio arquitectónico más antiguo que posee Morón de la Frontera.
Fue edificado durante la dominación musulmana de la península Ibérica y posteriormente transformado por los duques de Osuna en fortaleza palacio entre los siglos XV y XVI. Declarado Bien de Interés Cultural, está rodeado por un bosque de casuarinas y situado sobre la colina más alta de la ciudad, por lo que se trata del mejor mirador de Morón.
Otros lugares de interés son el Paseo del Gallo, construido a principios del siglo XX a instancias de Jerónimo Villalón-Daóiz y Pérez de Vera, quien encargó al escultor sevillano José Márquez la realización de la escultura del gallo para situarla en este lugar que, desde 1916, recuerda a sus visitantes la siguiente leyenda:
Allá por el año 1.500 se dividieron en dos bandos los vecinos, se enardecieron los ánimos y libraron verdaderas batallas. La Cancillería de Granada envió un juez con fama de matón, para poner orden, que repetía siempre “donde canta este gallo no canta otro”. Los moronenses cansados de sus bravatas se pusieron de acuerdo y después de dejarlo completamente desnudo lo apalearon; por dicho motivo nació el popular refrán: “Te vas a quedar como el gallo de Morón sin plumas y cacareando en la mejor ocasión.
Morón era nuestro destino de hoy y lo alcanzamos justo en ese momento en que las tripas le ganan la partida al canto de los pájaros. Por suerte, la cocina sevillana, que al igual que otras cocinas andaluzas, está muy influenciada históricamente por sus raíces andalusíes, nos ofrecerá todo lo necesario para calmar nuestra angustia y devolver la felicidad a nuestro ánimo.
Las preparaciones con denominación “a la flamenca”, “a la gitanilla”, “a la trianera”, “a la Macarena” (huevos a la macarena), etc. poseen su origen en la provincia sevillana. Aunque también “a la sevillana”, de esta forma existe el cocido a la sevillana, en el que la carne se sirve frita con huevo revuelto, la ensalada sevillana, la ternera a la sevillana (ternera mechada con aceitunas y vino blanco).
Uno de los preparados estrella de la cocina sevillana es el gazpacho andaluz, aunque también destaca por su simplicidad y fácil preparación el salmorejo, con clara influencia cordobesa y popular en gran parte de la comarca.
Los cocidos de garbanzos y verduras, con pringada; las cazuelas de habas o de alcachofas con chorizo; la ardoria, el cocido ursaonés, las repapalillas de bacalao o el guiso de tagarninas; las papas aliñás, las gachas, las tortas fritas, el arroz con castañas, la jarria… y por supuesto las aceitunas de mesa, las variedades que aquí se cultivan son la autóctona Morona, la Manzanilla, la Gordal, la Hojiblanca o Verdial.
Con la variedad Morona se hacen de forma casera o industrial las aceitunas partías de Morón. Una vez rajadas se les añaden trozos de zanahorias, ajos y pimientos, se aliñan con sal y vinagre, y se dejan reposar en agua.
Como dulces son de destacar las antiquísimas gachas de San Arcadio, las aldeanas y las especialidades de los Conventos de la Encarnación, Concepción y San Pedro, cualquiera de los cuales pondrá un broche de oro a una comida que además de platos ligeros, apropiados para los días más calurosos, anda sobrada de platos con enjundia para satisfacer a los más “triperos”.
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