Ruta Trail. De Llívia a Ribes de Freser. Por la Cerdanya y el Ripollés
Escrito por Miguel A. Fernández el 30/08/2018 en Rutas y viajes
Pocas zonas hay dentro de nuestra geografía tan cargadas de historia, paisajes, naturaleza, flora y fauna como la de Pirineos.
Tras nuestras rutas por el pirineo aragonés, el pirineo navarro y el pirineo leridano, nos tocaba elegir un recorrido para nuestra ruta SUV en la provincia de Girona, y nada mejor que hacerla recorriendo alguna de las muchas posibilidades que nos brindaba la zona del pirineo gerundense.
Dentro del Pirineo de Girona hay una zona que a mí me resulta especialmente atractiva por… todo. Una zona que me habla de historia, de guerras, acuerdos y tratados, de altas cumbres, verdes valles, cultura infinita y gastronomía sublime: La Cerdanya.
En su corazón se encuentra un enclave español rodeado de territorio francés: Llívia, cuya azarosa y curiosa historia es digna de un cuento y que paso a relatar de la manera más brevemente posible, sin que esto sea posible.
En una época de guerras, matrimonios de conveniencia e intrigas, las primeras décadas del siglo XVIImarcaron en buena parte la actual fisionomía política de la Península Ibérica.
La Corona de Castilla castigada y debilitada por más de un siglo de continuas guerras ve como las continuas interferencias de Felipe IV de España (Felipe III en Portugal), en el reino de Portugal, en lo que serían los últimos años de la Unión Ibérica (1580-1640), generan el malestar de los portugueses, que apoyados por los franceses, terminan aclamando como Rey de Portugal a Juan IV. La gota que colmó el vaso fue la intención del Conde-Duque de Olivares, en 1640, de usar tropas portuguesas contra los catalanes sublevados, que los portugueses negaron.
La sublevación catalana comienza el 7 de junio de 1640, teniendo como hecho más trascendente el asesinato del conde de Santa Coloma, noble catalán y virrey de Cataluña. El motivo son los continuos abusos cometidos por el ejército real (compuesto por mercenarios de diversas procedencias),desplegado por Felipe IV para la defensa de Cataluña, a causa de la guerra con Francia, enmarcada dentro de la Guerra de los Treinta Años (1618–1648).
En 1635 la declaración de guerra de Luis XIII de Francia a Felipe IV llevó la guerra a Cataluña dada su situación fronteriza con la monarquía de Francia. El Conde-Duque de Olivares se propuso concentrar en Cataluña un ejército de 40.000 hombres para atacar Francia por el sur y nombra como nuevo virrey de Cataluña, en 1638, al conde de Santa Coloma. Ese mismo año se renueva la Diputación General de Cataluña, en la que entran a formar parte dos firmes defensores de las leyes e instituciones catalanas,el canónigo de Urgel Pau Claris y Francesc de Tamarit.
Pronto surgen los conflictos entre el ejército real con la población local. Se extienden las quejas sobre su comportamiento, culminando con el saqueo de Palafrugell por el ejército estacionado allí, lo que desencadena las protestas de la Diputació General y del Consell de Cent de Barcelona ante Olivares.
El Conde-Duque de Olivares, necesitado de dinero y de hombres, confiesa estar harto de los catalanes, y en febrero de 1640, cuando ya hace un año que la guerra ha llegado a Cataluña, Olivares le escribe al virrey Santa Coloma:
“Cataluña es una provincia que no hay rey en el mundo que tenga otra igual a ella… Si la acometen los enemigos, la ha de defender su rey sin obrar ellos de su parte lo que deben, ni exponer su gente a los peligros. Ha de traer ejército de fuera, le ha de sustentar, ha de cobrar las plazas que se perdieren, y este ejército, ni echado el enemigo ni antes de echarle el tiempo que no se puede campear, no le ha de alojar la provincia… Que se ha de mirar si la constitución dijo esto o aquello, y el usaje, cuando se trata de la suprema ley, que es la propia conservación de la provincia”
El virrey Santa Coloma, siguiendo las instrucciones de Olivares, adopta medidas cada vez más durascontra los que niegan el alojamiento a las tropas o se quejan de sus abusos. Los enfrentamientos entre campesinos y soldados menudean hasta que se produce una insurrección general en la región de Gerona que pronto se extiende.
La nobleza y la burguesía catalanas odiaban por motivos personales al virrey, por no haber defendido sus intereses por encima de la obediencia al gobierno de Madrid. Los campesinos odiaban a la soldadesca de los tercios por las requisas de animales y los destrozos ocasionados a sus cosechas, el clero también lanzaba prédicas contra los soldados de los tercios, a los que llegaron a excomulgar…
En mayo de 1640, los campesinos gerundenses atacaron a los tercios que acogían y llegaban a Barcelona, a ellos se unieron los segadores en junio. Pau Claris, al frente de la Generalidad de Cataluña, proclama la República Catalana. Pero la revuelta también escapa a este primer y efímero control de la oligarquía catalana. La sublevación derivó en una revuelta de empobrecidos campesinos contra la nobleza y ricos de las ciudades que también fueron atacados. La oligarquía catalana se encontró en medio de una auténtica revolución social entre la autoridad del rey y el radicalismo de sus súbditos más pobres.
Conscientes de su incapacidad de reducir la revuelta y sus limitaciones para dirigir un estado independiente, los gobernantes catalanes se aliaron con el enemigo de Felipe IV: Luis XIII (pacto de Ceret), y Richelieu no perdió una oportunidad tan buena para debilitar a la corona española.
En octubre de 1640 se permitió a los navíos franceses usar los puertos catalanes y Cataluña accedió a pagar un ejército francés inicial de tres mil hombres que Francia enviaría al condado.
El 24 de diciembre estalló una revuelta popular, con una intensidad superior a la del Corpus, por lo que Claris tuvo que decidirse por una salida sin retorno: Pactar la alianza con Francia en contra de Felipe IV. El 16 de enero de 1641 anunció que Cataluña se constituía en república independiente bajo la protección de Francia. Pero el 23 del mismo mes pasó a anunciar que el nuevo Conde de Barcelona sería Luis XIII de Borbón, rememorando el antiguo vasallaje de los condados catalanes con el Imperio Carolingio. Cataluña se sometía voluntariamente al gobierno del rey de Francia y la Generalidad proclama Conde de Barcelona y soberano de Cataluña al rey Luis XIII de Francia como Luis I de Barcelona.
Cataluña se encontró siendo el campo de batalla de la guerra entre Francia y España e, irónicamente, los catalanes padecieron la situación que durante tantas décadas habían intentado evitar: Sufragar el pago de un ejército y ceder parcialmente su administración a un poder extranjero, en este caso el francés.
Luis XIII nombró entonces un virrey francés y llenó la administración catalana de conocidos pro-franceses. El coste del ejército francés para Cataluña era cada vez mayor, y mostrándose cada vez más como un ejército de ocupación.
Mercaderes franceses comenzaron a competir con los locales, favorecidos aquellos por el gobierno francés, que convirtió a Cataluña en un nuevo mercado para Francia. Todo esto, junto a la situación de guerra, la consecuente inflación, plagas y enfermedades, llevó a un descontento que iría a más en la población, consciente de que su situación había empeorado con Luis XIII respecto a la que soportaban con Felipe IV.
Conocedor del descontento de la población catalana por la ocupación francesa, Felipe IV considera que es el momento de atacar y en 1651 un ejército dirigido por Juan José de Austria comienza un asedio a Barcelona. El ejército franco-catalán de Barcelona se rinde en 1652 y se reconoce a Felipe IV como soberano y a Juan José de Austria como virrey en Cataluña, si bien Francia conserva el control del Rosellón. Felipe IV por su parte firmó obediencia a las leyes catalanas. Esto dio paso a la firma delTratado de los Pirineos en 1659, firmado el 7 de noviembre en la isla de los Faisanes (sobre el río Bidasoa, en la frontera franco-española).
En este tratado se concertó la cesión a Francia de ciertos territorios, todos ellos situados en la vertiente septentrional de los Pirineos y que las tropas francesas habían ocupado en apoyo de los sublevados catalanes. La frontera con España se fijará desde entonces siguiendo los Pirineos, salvo en lo que se refiere al diminuto enclave de Llivia y al valle de Arán. Un resultado final dañino para España y mucho más para Cataluña de la que Francia sacó grandes beneficios a un coste prácticamente nulo.
Según el Tratado de los Pirineos, España cedió a Francia los treinta y tres pueblos de las comarcas catalanas del Vallespir, el Capcir, el Conflent, el Rosellón y la Alta Cerdaña. Llivia quedó fuera de este tratado por tratarse de una villa, privilegio concedido por el Emperador Carlos V, por lo que continuó bajo dominio del Rey de España.
Es aquí, en Llivia, cuyos 13 kilómetros cuadrados de término municipal pertenecen a España, donde dará comienzo nuestra ruta de hoy, y lo hará en el núcleo histórico de la villa, donde se encuentra la farmacia Esteve, una farmacia de origen medieval, y según algunos, la más antigua de Europa. Fundada a principios del siglo XV, actualmente es un museo que guarda una colección de cajas renacentistas con retratos de santos y personajes; potes de los siglos XVI y XVIII, una biblioteca, instrumentos de laboratorio, drogas antiguas, preparados, recetarios, etc.
Junto a la farmacia se encuentra el ayuntamiento, y frente a este la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles. Del siglo XVI, está construida sobre otra del siglo XIII, aprovechando resto de los materiales. La iglesia se terminó completamente durante el año 1617 y consta de nave única, con ábside poligonal, capillas laterales y campanario de torre adosado. La fachada, renacentista, está ornamentada con columnas, hornacinas y frontón, con una torre circular en ambos lados.
Para salir del centro pasamos por su Plaza Mayor y por el Restaurante Can Ventura, situado en el interior de una casa fechada en 1791 y donde en esta ocasión, no pudimos disfrutar de su excelente cocina (era muy pronto), pero que basándome en experiencias anteriores, recomiendo a todos los aficionados a la muy buena mesa.
La carretera que lleva de Llivia a Puigcerdá es atravesada en un primer momento por la D30, que cogeremos a la izquierda para pasar primero por Bourg Madame. Sus habitantes son llamados los guinguettois, ya que la ciudad se llamaba antiguamente Les Guinguettes d’Hix. Pertenece a la parte francesa de la comarca de la Cerdaña, haciendo frontera y juntándose prácticamente con Puigcerdá.
En un inicio Les Guinguetes d’Ix eran unas barriadas del municipio de Ix situadas junto a la nueva frontera entre Francia y España, posterior al tratado de los Pirineos. Gracias al comercio transfronterizo y al contrabando, gran parte de los habitantes de Ix se fue trasladando y estas barriadas se fueron haciendo grandes, hasta que sobrepasaron el tamaño del pueblo original.
Tan solo unos pasos más allá, volvemos a entrar en España e ingresamos en el municipio de Puigcerdá. Se cree que Puigcerdá fue fundada por Alfonso I El Casto, en torno al año 1177 y ya en 1270 se inicia el amurallado y fortificación de la villa. Por un documento del año 1342 se sabe que la muralla que rodeaba la ciudad llegó a tener hasta nueve puertas: Portal del Castillo (Font del Cúcuru), Portal del Querol, Portal del Call o de Framenors, Portal de la Morera en la confluencia de la Plaza Barcelona, Portal del Llívia o de Los Predicadores, Portal de Frància, Portal d’Age y el Portal d’en Calva.
Tiene un gran lago artificial cuya concesión para construirlo dio el rey Sancho I de Mallorca en el año 1260, y cuyo fin era para el regadío de las tierras de su término. Otros de sus monumentos más destacables son la Iglesia de Santa María de Puigcerdá, la Iglesia de Sant Tomàs de Ventajola(románica) o el Convento de Santo Domingo, entre otros.
Puigcerdá fue nuestro lugar elegido para dormir la noche anterior a comenzar la ruta, y bien aconsejados, dirigimos nuestros pasos hacia el restaurante La Barraca que bajo una fachada de bar local, esconde un verdadero sitio para sibaritas. Materia prima de excelente calidad, con unos tomates de cosecha propia que con atún y un aliño espectacular son insuperables. Los espárragos trigueros con york, foie y queso, espectaculares; las almejas de vicio y no quisimos probar su especialidad, el pulpo a la gallega que dicen, es único. Un lugar más que recomendable que basa su éxito en la cocina de autor con productos de primerísima calidad.
Con el recuerdo de la cena aún presente, abandonamos Puigcerdá dirección este y enseguida cogimos pista y en los numerosos pastos que encontramos a nuestro alrededor, nos encontramos con cantidad de preciosos ejemplares de Caballos Pirenaicos Catalanes.
Repetidamente, el primer plano de verdes valles, se ve acompañado de un fondo de cumbres nevadas que regala paisajes de ensueño a nuestra vista.
Estamos en el corazón de la Cerdanya, una comarca natural formada por un amplísimo valle surcado por el río Segre y, a diferencia de la mayoría de valles pirenaicos, dispuesto en forma longitudinal de este a oeste, lo que confiere a la planicie y a su zona norte, conocida como la solana, una insolación cercana a las 3.000 horas anuales, muestra de ello es que en la Cerdanya francesa existe una de las centrales de energía solar más grandes de Europa.
La planicie central está situada a unos 1.000 metros sobre el nivel del mar, mientras que las montañas circundantes alcanzan cotas cercanas a los 3.000 metros. Su situación estratégica y su peculiar estructura (un inmenso espacio abierto en medio de un sinnúmero de montañas y angostos valles), es la principal razón de que se establecieran aquí numerosos pueblos. Existen textos griegos del siglo V a. C. que hablan ya de los keretanos, y en el siglo I a. C. los romanos se establecen en el valle, erigiendo la fortificación de Julia Lybica (la actual Llivia). Siglos más tarde, la Marca Hispánica de Carlomagno da lugar a la creación del Condado de la Cerdanya.
Tras pasar por Les Pereres, llegamos a Queixans, la entidad de población más grande del municipio de Fontanals de Cerdanya, en la Baja Cerdaña. Posee una iglesia, la de San Cosme y San Damián,protegida como bien cultural de interés local. Parece que antiguamente estaba dedicada al apóstol Santiago el Mayor. El Papa Urbano VIII para incrementar la devoción a los nuevos Patrones, concedió el 13 de abril de 1630 indulgencia plenaria en el día de aquella fiesta patronímica, a todos los que visitaran la iglesia. En 1198, los partidarios del Conde de Foix prendieron fuego a las puertas y se llevaron todos los ornamentos, maltratando la capilla.
Las pistas por las que vamos circulando son anchas en su mayor parte, aunque poco a poco se van estrechando según vamos ganando altura, los pinares le van ganando terreno al paisaje y nos encontramos rodeados de frondosos bosques.
La Nissan Navara que hoy nos acompaña ni se despeina a lo largo de toda la ruta y salvo en dos contadas ocasiones (maniobrando en hierba y con pendiente), no tenemos que conectar la tracción 4×4 en ningún momento, lo que hacen de esta, una ruta muy indicada para cualquier SUV con la única condición de realizarla en un momento del año en que no nos encontremos nieve.
Tras contemplar a lo lejos las instalaciones de la Estación de Sky de La Molina, giramos a la izquierda para dirigir nuestros pasos hacia Toses, abandonando definitivamente la comarca de la Cerdanya e ingresando en los valles que componen la comarca del Ripollés.
Cuando tras una curva aparece ante la vista el pueblo de Toses no puedes evitar enamorarte de él, encajonado en la montaña, el municipio de Toses está formado por un conjunto de 4 pueblos: Toses, Nevà, Fornells y Dòrria. Pueblos históricamente aislados por su remota situación, permiten descubrir al visitante uno de los valles del Pirineo que mejor conservan toda su belleza y autenticidad original.
En Toses se encuentra la Iglesia de Sant Cristófol, en un elevado lugar desde donde podremos admirar el valle de Toses. Fue construida en dos fases: la nave y el campanario en el siglo XI, y el ábside, un siglo más tarde. La iglesia está formada por una sola nave coronada por un ábside y cubierta con bóveda de cañón apuntada. Destaca el campanario, de planta cuadrada y dos pisos, y una sencilla decoración de estilo románico lombardo.
Seguimos nuestro camino y a la altura de Fornells dela Muntanya cruzamos un arroyo y nos dirigimos hacia Nevá por una carretera de montaña, revirada, con buen asfalto, estrecha y especialmente bonita que nos llevará hasta la Iglesia de San Cristófol de Nevá, templo románico del siglo XI, del que quedan en pie las paredes y el campanario. Sus ruinas nos trasladan de manera evocadora al tiempo en que Nevá fue refugio de los cátaros, cuya presencia puede intuirse en los diferentes vestigios diseminados por los alrededores del pueblo. Es posible también que en su momento tuviese carácter defensivo en la época en que el valle era parte del reino de Mallorca.
Poco después nos encontramos un maravilloso cartel, de esos que echo muy en falta en multitud de ocasiones y que en esta ocasión, nos indica que para ir a Vilamanya o Queralbs hay que hacerlo con un 4×4. La pista, entre bosques, nos regala una colección de paisajes que sencillamente son un regalo para los sentidos.
En un punto nos encontramos varias indicaciones. Nosotros aún a sabiendas de que después habrá que deshacer el camino, cogemos hacia la izquierda, en dirección a la Mina Zaragoza, quizás la más antigua mina conocida del valle de Ribes. A cerca de 1.700 m de altitud, su boca de acceso está un poco elevada por encima de la pista principal que recorre el valle del torrente del Estremera
Estas minas de arsénico (exactamente de pirita arsenical), fueron explotadas por la “Sociedad Aurífera de los Pirineos Orientales” desde 1843 parcialmente y desde 1894 con mayor dedicación.
Un poco más adelante llegamos al final del camino, a la “Fuente del Hombre Muerto”, un impresionante paraje que nos deja con la boca abierta y al que es posible llegar a lomos de nuestro SUV. De regreso, dirigimos nuestros pasos en dirección Vilamanya y tras cruzar la vía del tren de cremallera, ponemos dirección sur hacia Ribes de Freser, punto y final de nuestra ruta de hoy.
Ribes de Freser, está situado en la confluencia del valle del Freser con los de Toses y Pardines. La presencia de diferentes vestigios arquitectónicos describen la historia y el desarrollo urbanístico de la villa. Desde el románico pasando por la edad media donde aún quedan las ruinas del Castillo de San Pedro hasta llegar a principios del siglo XX con la época modernista y novecentista.
De aquí parte el tren-cremallera que conduce hasta Núria, el único modo de acceder a este magnífico valle pirenaico además de andando. Salva en su recorrido un desnivel de 1.000 metros y ofrece a los usuarios la posibilidad de disfrutar de unas vistas inmejorables.
El valle de Núria, a 2.000 metros de altitud y rodeado de cumbres que casi alcanzan los 3.000 metros(el Puigmal, la sierra de Torreneules, el Eina…), es uno de los parajes naturales más extraordinarios del Pirineo catalán. Su elevada altitud y un relieve accidentado han dado lugar a una vegetación rica y variada, de la que cabe destacar árboles como el abedul, el roble, el fresno y el pino negro y albar, y flores como la genciana y el acónito amarillo. Por lo que se refiere a la fauna, el valle constituye un refugio para animales como el rebeco, la perdiz nival o el águila real.
Si, no hay Pirineo “malo”, y aunque sea imposible ponerse de acuerdo en que parte es más espectacular, lo que está meridianamente claro es que ninguna de ellas defraudará. La que hoy hemos recorrido nos habla de algunos de los pasajes más azarosos de nuestra historia, de verdes e insólitos valles rodeados de altas cumbres, de pueblos no encantados, pero si encantadores. Cerdanya y Ripollés en estado puro.
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